Sé también, que en más de una noche solitaria nos pensamos y jugamos en la realidad del código (del lenguaje) a ser poseídos el uno por el otro.
Y en esa posesión el instinto nos lleva a tocarnos suavemente, a llenarnos de besos tibios, a endulzar nuestros oídos con palabras espumosas que caen de sus bordes a colmarnos de pasión.
Nos amamos, es cierto; pero los "otros" están dispuestos a juzgarnos imposibles, quizás el tiempo, ese maldito demonio que nos separa de la forma, lo ético y de aquellos recuerdos que nos individualizan en la especie.
El espacio, es otro enemigo, que nos conserva tan cerca, a pasos apenas, tentándonos al pecado imperdonable del adulterio que matará nuestra inocencia.
Ser inválidos, el "in-ser" se apodera de todo lo que somos, o no somos.
Un ser de palabras ocultas.
Tus palabras, la nada; significantes aislados que ocultan lo que por mi sientes.
Tú, que tienes todo permitido, que tienes la libertad del pájaro, puedes al fin tomarme de la mano y encerrarme en tu pecho, mientras yo, simple niña que sola espera, LA INTENSA ESPERA, de dejar de habitar este mundo en soledad.
Convencida de que te amo, si... pero segura del imposible.
En otra vida será, cuando tiempo y espacio programen el horario de la unión, del encuentro, del momento exacto en que nuestras miradas al fin se vean de frente.