viernes, 21 de mayo de 2010

La aguarfuertes sean dichas.


Roberto Arlt es quizás el escritor menos intelectual que tiene -tuvo- Argentina, es sin duda para mi el antónimo de un Borges instruido en todas las artes, idiomas y conocimientos.
Sin embargo, este hombre "poco intelectual" supo ganarse al pueblo argentino con sus escritos. Y pues pensemos que nunca fuimos muy interesados en laberintos, espejos y tantas cosas que jamás terminamos de entender.
La lectura para muchos fue ese escaparate de la realidad, que nos entretenía en nuestros tiempos libres, donde no iba nada de reflexionar y de pensar.
Con esto no estoy menospreciando ni a un Borges que nos hizo reconocidos en todo el mundo y muchos menos al grande de Arlt.
Arlt, detrás de su mala ortografía tenía algo que a muchos le hacia falta: la capacidad de ver mas haya de los hechos, saber reflexionar sobre lo que veía. Fue capaz de romper con el "mito" de la costumbres Argentinas hecho que muchos más adelante haría Roland Barthes en su libro "mitología" tomando los hábitos de los franceses. Arlt logra poner en escena las normas no escritas de la vida de relación en su sociedad para leer en ellas las formas normalizadas de la moral cotidiana de su época.
Dicho escritor tenía en un viejo diario popular de la época una columna donde escribía diariamente sus "aguafuertes porteñas" en la cual se encarga de descubrir Buenos Aires.
En ellas registraba a los personajes porteños con sus hábitos y costumbres, recuperando las anécdotas que corren de boca en boca o las confeciones secretas que se surruraban en alguna mesa de café. Arlt se apropiaba de estas historias y experiencias configurando en sus notas un entramado de voces que se entrecruzan en los discursos provenientes del periodismo, los nuevos saberes tecnológicos, la literatura y la política.
Luego, con estas notas, se imprimió el libro con el mismo nombre.
A parte de las "Aguasfuertes Porteñas", escribió otras pertenecientes a cada lugar que visitaba intentando desmitificar la realidad, así dió nacimiento a "Aguasfuerte Africanas, madrileñas, etc.".
Después de este breve comentario, considero que lo ideal sería que cada lector pudiese tener esta noche sobre su mesita de luz un libro de estos para leer; sin embargo voy a tomarme la licencia de transcribir dos o tres fragmentos pertenecientes al libro en cuestión, para que aquellos que desconocían de este autor comiencen a conocerlo y aquellos que nunca lo leyeron tomen la iniciativa de hacerlo.


LO QUE LLAMAMOS GIL
Usted y yo, y todos los hombres de esta ciudad, nos hemos parado más de una vez para mirar el paso de una espléndida mujer que iba acompañada de un hombre, y decimos:
- ¡cómo es posible que una muchacha tan linda le haya llevado el apunte a un gil de esa magnitud!
Y alguien me contesto una vez:
"todos los que acompañan a una linda mujer tienen cara de giles". Sí y no. Pero la mayoría sí. ¿Y en qué consiste el fenómeno?
La mayoría de las mujeres quieren arreglar económicamente su vida. Es decir, casarse. Y cuando nosotros vemos un hombre y decimos que tiene cara de gil, es porque el rostro de ese hombre no ha sido trabajado nunca por la nerviosidad del esfuerzo mental. Cuerpos de 30 años con semblantes de bebés. Con ojos de corderitos. Con labios de rosa.
Pero esos hombres les convienen a las mujeres. Son candidatos para el casamiento. Aunque para declararse le hayan dicho la desgastadisima fracesita de "Señorita ¿me permite una palabra?, a ellas no les importa. Bajo la fracesita esta el candidato. Y eso es lo que les interesa.

EL ABURRIMIENTO DEL DOMINGO
Buenos Aires es la ciudad más triste del mundo en día domingo. Triste y aburrida.
El ciudadano que para su desgracia, no aprendió a tocar el acordeón o la flauta, se ve en serios apuros para pasar el domingo sin que se les descoyunte la mandíbula de tanto bostezar.
Día horrible para el que está acostumbrado a no hacer nada. Día espantoso para el fiacún que tiene licencia de vagancia para toda la semana. Día amargo para los "esquenunes" que se ven afrontados al espectáculo de toda la fiaca colectiva, pues no constituye entonces la pereza propia ningún placer, como ocurre los días hábiles.
Porque el plecer de no trabajar estriba en que los otros trabajen. Ello es tan cierto, que he oído a muchos doctores en vagancia y teólogos en "dolce farniente" asegurar que lo único que hace estimable el atorrantismo para el atorrante es el espectáculo de la laboriosidad de los otros.
Y puesto que el domingo nadie trabaja ¿Qué valor tiene entonces el domingo?.

LOS QUE LLEVAN COMIDA
Vez pasada, de noche, entro a un cine de Almagro. Me ubícan en una fila de gente pobre "pero honrada".
Había ido a ver "Fatalidad". Me incluyo entre los hinchas de Merlene Dietrich. Es maravillosa.
Volvamos al butaquerío rasposo. Me ubícan entre gente pobre, pero honrada, cuando mis oídos perciben un ruido como de carpintería. Duró casi toda la primera sección. Al mismo tiempo por el aire se expandía un olor a guiso, pimentón y a ternera cocida. Yo me estaba preguntando si ahora las películas, además de ser parlantes eran odorantes, cuando de pronto se cortó la cinta, volví la cabeza y descubrí una venerable familia extranjera macando a cuatro carrillos.
Habían tendido mantel de papel pergamino sobre sus rodillas y hermanaban el arte de Edison a las habilidades de Brillat Savarin.
Uno no sabía si reírse o protestar. El suelo estaba sembrado de miguerío marroquiento y cuando se restauro la película y continuó la exhibición de "Fatalidad", la familia extranjera comenzó nuevamente a comer con tal entusiasmo que el ruido de sus mandíbulas no permitía escuchar la sincronización de la película.
Conclusión: deben prohibirse los picnics y comilonas en los cines.
Bueno, espero les haya gustado mi pequeño aporte, quiero aclarar en primer lugar que lo de poco intelectual aludido al comienzo sobre Arlt era simple ironía, el tipo es sin duda un genio.
Y segundo espero que tomen la iniciativa de adentrarse en su literatura, ya que representa toda una época y un contexto digno de ser recordado.

1 comentario:

el bueno, el malo y el feo dijo...

Algo muy característico de Arlt en su literatura es el buen humor que tiene, algo que a muchos, MUCHOS, escritores contemporáneos le falta: humor y una pizca de humildad...

PD: Muy bueno el de "gil"...