martes, 4 de agosto de 2009

LA SILLA CÓMODA

El día está lluvioso, frío y oscuro, parece por momento que estoy en una nevera y para colmo tengo que estar sentada en un lugar que no deseo, por lo menos la silla es cómoda y da gusto sentarse en ella, pero los llantos de los que están a mi lado no me dejan dormir ni un rato y eso me enfurece, pues no será de menos, esta silla tan cómoda como he dicho, está en el peor lugar del mundo, en una sala de velorios, no ha muerto nadie más que mi padre... sí, mi padre, pobre, siento lástima más que tristeza, se ve que lo querían mucho y eso que sólo fue un pobre hombre que se pasó la mayor parte de su vida construyendo casa, no, no era arquitecto, era el mas humilde y simple de todos los albañiles, apenas tenía dinero para criar a sus tres hijos, (aunque prefiero clasificarlos como tres diablos) y a su “querida mujer” , por mi parte yo... yo no soy otra cosa más que una fruta del falso amor de adolescentes, aquel error que nunca debió haberse cometido, el aborto que tendría que haberse ejecutado, soy todo eso y mucho más.
Mi tío Carlos me venía diciendo desde muy chiquita que Jorge no era mi padre biológico, y aunque nunca quise darme cuenta de eso, tuve que admitirlo tarde o temprano (me dolió mucho, si eso te interesa) y así conocí al verdadero hombre que me dio la vida y nada más. Carlos no quería enfurecerme, ni hacerme daño, sólo buscaba hacer valer mis derechos, por mi parte aquel hombre nunca me llamo la atención, si después de todo era él el que se perdía el hecho de conocerme, yo era feliz, tenía todo lo que podía una chica pedir, una mamá y un papá que son la envidia de todos, mis abuelo me consienten de tal manera que todas las semanas me encuentro estrenando ropa nueva, asisto al mejor colegio de la ciudad y tengo una educación digna de mi persona... ¿Qué más podía pedir?... excepto que...
Ante la insistencia de mi tío, llegue a la conclusión de que éste hombre no podía salir tan limpio de un error que cometieron dos personas, y esa misma tarde fui a ver a un abogado amigo, Ramiro, en compañía de mi tío, no sé por que pero en ese momento me sentí feliz, dueña del mundo, me dio miedo tal sentimiento, porque al tener tanto poder me aprecié capas de hacer cualquier locura, y mis locuras nunca terminaban bien. Por suerte todo estaba a mi favor, y aunque los trámites fueron largos, y duros, pronto vi anotado en mi documento aquel nuevo apellido que por momentos me daba asco “Scherfer”, sonaba raro y lejano a mí, pero presentí que pronto me acostumbraría a él.
Ahora todo estaba por cambiar, ya no me llamaba la fruta podrida del pecado, aquel nombre que me había dado por más de dieciséis años, me había convertido en la fruta mala del presente, aunque estaba dispuesta a cambiar esta perspectiva de mi, pronto me ganaría el cariño de Marta y los tres niños, principalmente el gran amor de mi padre con quien cada día me sentía más identificada; cuando lo miraba veía mis ojos en los de él, y ni habla de su sonrisa tan atrapante he inevitable de percibir.
Durante los primeros meses iba a su casa solo los domingos, el gran cambio no debía notarse de manera brusca, luego llegue a ir todos los fines de semana, contando los días feriados, pero mientras más tiempo estaba con ellos, más comprendía su odio por mi, y así comenzaron prontos las discusiones con aquel hombre, tan vertiginoso como pudo quiso mandar sobre mi vida, aquella vida que él me había dado, pero de la que no era dueño, si de chiquita no me acompaño cuando estaba enferma, pues no quiero que ahora quiera poseer algo que el nunca cuido. Sin embargo y después de una dura pelea para despedir el otoño amargo, le prepare una vaso de leche tibia para los nervios, le puse ante su dieta un cucharada de algo que parecía edulcorante y mezclándolo bien se lo lleve a la cama; lo observe constante con mi mirada loca, fija en sus ojos cuando la tomaba, como si fuese ésta noche la ultime vez que lo vería... sin dudas estaba rabioso.
El primer día de la temporada fría y opaca, amaneció con lágrimas de cocodrilo en mi mejilla, nadie lo esperaba. Hoy temprano Marta despertó a toda la casa con gritos aterradores, estimulé tan pronto como pude y así aun con los ojos dormidos lo vi, estoico y distante, como siempre lo estuvo, sentí ganas de abrazarlo, pero pronto se me fueron.
La tarde sigue pasando, lluviosa, fría, oscura y yo aun no obtengo el permiso para abandonar la silla cómoda, no aguanto más los saludos y el llanto de la gente, mucho menos a estos tres diablitos que tengo a mi lado, por lo visto Nicolás, el mayor, es el más dolido de los tres, sin embargo Ezequiel era con el que mejor se llevaba, Lorena por su parte tiene solo cuatro años y entiende poco, pero no importa, son los tres unos diablos, ellos me hicieron sentir más que nadie la fruta más amarga del árbol, ellos me dejaron fuera de su felicitad compartida en familia, ellos me quitaron una parte de mi historia,. Ellos me quitaron por un momento las ganas de sentir, ellos me quitaron el amor de padre por más de dieciséis años, pero yo, se los arrebaté para toda sus vidas.