A fuerza de obligación me tope con tu escritura.
Nunca me gustó leer(te), nunca fue el lector que querías,
Has de saber que tu miedo a la eternidad se ha vuelto, tu esencia, pues eres inmortal. Y no es una amenaza, si fuera por mi te mataría, pues yo no te leería.
Pero bueno, al fin y al cabo, cada vez que te leo, algo de ti me gusta, y por eso te dedico este post.
Nunca me gustó leer(te), nunca fue el lector que querías,
Has de saber que tu miedo a la eternidad se ha vuelto, tu esencia, pues eres inmortal. Y no es una amenaza, si fuera por mi te mataría, pues yo no te leería.
Pero bueno, al fin y al cabo, cada vez que te leo, algo de ti me gusta, y por eso te dedico este post.
BORGES
Y YO
“Al otro Borges es al
que le ocurren las cosas.”
La voz
primera (yo): la de la intimidad, la de la confesión que se da en la soledad de
la lectura, la voz que significa y resignifica la tradición que se anhela.
Convertirse en letra (significante) para formar parte de lo universal, de la
inmortalidad temible.
Preguntaría: ¿Con
qué intensión Borges se ficcionaliza en la escritura, su escritura?
La cita de
autoridad tiene una marca fuerte: crear y recrear la tradicción argentina,
nadie discutiría con Borges una “verdad ficcionalizada” –una mentira en
resumidas cuentas-, ya que personaje literario o no, es un hombre digno de
respeto, de ser creído.
Tomaremos
tres de sus libros, no en su totalidad, ya que el análisis sería interminable:
Ficciones, El Informe de Brodie y por último El Aleph.
En los tres,
Borges, casi un protagonista más, un otro, uno mismo, (“todo los hombres son
uno mismo” dirá y repetirá en mucho de sus cuentos) que entra a la ficción de
su escritura para otorgarle “verosimilitud” a la materia narrativa. Nada más
verosimil y a la vez más ficcionalizado que la voz de Borges en la escritura.
El recuerdo de
testimonios o de acontecimientos conformará
la materia sobre la cual escribir, un pasado difuminado por la
presentificación en el aquí y un ahora de la narración, la tradición dice
Borges “es obra del olvido de la memoria”.[1]
Ese pasado, ya es una ficción por el hecho de ser pasado, y de estar marcado
por la mirada que ahora y aquí impongo sobre él. Toda su escritura constituirá
una recuperación de ese pasado, un pasado “trastocado” por la falta de
información o la falta de memoria.
Formar parte
del discurso de sus cuentos convierte al relato en “verdad –verosímil-”.
Recorrer los pasillos que llevan al protagonista “Borges-ficción” al encuentro
con Funes, que todo lo recuerda, convierte inexorablemente a Funes en la
persona que existió y no en personaje, un invento inexistente, entramado en
lenguaje, que sólo cobra vida en la lectura de un lector ideal.
La estrategia
es sutil, ser el “señuelo” según nos dice Barthes[2],
para crear el “efecto verdad”. Significarse como “Borges” en el relato, para
conformar la mentira más verdadera:
“No es la verdad lo que es
verdadero, es la relación con el señuelo lo que lo vuelve verdadero. Para estar
en la verdad basta obtinarme: un “señuelo” afirmado infinitamente contra,
viento y marea, se vuelve una verdad”
Roland,
Barthes
El Informe de
Brodie aburará de esta estrategía, Borges-personaje de un mundo posible es el
receptor de las historias del suburbio y se encargá de transcribirlas para que
se guarden en la memoria, para que se imortalisen en la “significancia
literaria”, así su voz se desdoblará en la voz del otro, dando como resultado que
se oíga la voz de quien la ha contado. Un ejemplo de esto es el cuento “La
intrusa”, Borges escucha el chisme : “(...) lo que está claro es que la máquina
Borges funciona citando discursos referidos y necesita recuerdos propios o de
otros, falsos o verdaderos (...)”[3]
Este libro,
“morfologiza” la tradición de una país, una tradición anhelada decíamos
anteriormente, un tradición literaria en contrucción.
Ese relato en
primera persona, ese yo-Borges-ficción que ocupa el espacio literario le
permite sacrificar detalles, permitirse la licencia de suprimir o de ampliar a
su gusto el discurso de su historia, por ejemplo en el cuento “El muerto” que forma parte de “El Aleph” nos dice:
“Ignoro los detalles de su aventura; cuando me sean revelados, he de rectificar
y de ampliar estads páginas. Por ahora este resume puede resultar útil”.[4]
La historia
cobra sentido, la historia se vuelve verdad (verosimil) cuando Borges se
inserta en el espacio y tiempo del relato, del cuento, de la “pieza” que
conforma y forma sus libros.
[1]
Borges, J. L.: Historia del Guerrero y la
Cautiva en “El Aleph” pág. 58, Ed. Debolsillo, Buenos Aires, 2012.
[2]
Barthes, R: Verdad en “Fragmentos de
un Discurso Amoroso” pág. 288, Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 2008.
[3]
Sarlo, Beatriz, Secretos de duelo, muerte
y cuchillo en “Revista Ñ” del 10/06/2006
[4]
Borges, J. L; El Muerto en “El Aleph” pág 33. Ed Debolsillo, Buenos Aires,
2012.
1 comentario:
buena reflexión. recuerdo una entrevista a borges en la que afirmaba puntos clave, como si directrices catalogadas, y destacaba la vaguedad en el recuerdo como recurso para la verosimilitud, aparte de otras curiosidades que no hacen al caso.
..."un “señuelo” afirmado infinitamente contra, viento y marea, se vuelve una verdad” apuntabas;
y qué tan parejo a la afirmación de goebbels: "una mentira repetida mil veces se transforma en verdad"
¿quién robó a quién?
axioma que tengo latente como una alerta, con toda la carga que ya explotó orwell en 1984.
Por lo demás, soy un aficionado a los juegos de espejos y yoes que mutan, sujetos enfrentados... así que he disfrutado el análisis, que en definitiva creo que reclama certeramente el estado del "willing suspension of disbelief".
saludos.
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