Introducción
Es necesario aclarar, antes de comenzar que, una de
las deficiencias que podemos encontrar al realizar un trabajo comparativo de
este índole, se encuentra en la dificultad de proporcionar un análisis satisfactorio
de las obras, siendo que para lograr el mismo, necesitaríamos partir de ellas
en su idioma original (inglés antiguo-medio), y no en su traducción al
castellano, ya que de esta manera no nos encontraríamos hablando de “Canterbury
tales” de Geoffrey Chaucer, sino de los “Cuentos de Canterbury, una versión de
esta obra original. Lo que trae como consecuencia que muchas particularidades
del idioma en que fue escrita (que por el contexto de escritura sería muy
interesante de ser trabajado) quedasen relegados por no decir omitidos, lo cual
es una pena, porque la obra de Chaucer representa la obra magna del idioma
inglés ya que:
“... a partir del siglo
XII, el inglés antiguo sufre un marcado retroceso, por cuanto las nuevas clases
dirigentes y los círculos de cortesanos utilizaron en forma casi exclusiva el
francés hablado en Normandía que introdujeron los invasores. Y ese lenguaje
particularmente se convierte en lengua oficial, junto con el latín, en tanto
que el uso del inglés queda restringido a los sectores populares (...) El
idioma vernáculo habría de recuperar su esplendor gracias sobre todo a Chaucer
(...) La lengua que emplea Chaucer ya ha dejado de ser inglés antiguo; ha
evolucionado, se ha tornado más ágil, flexible, y acaso también más rica,
gracias al flujo del francés y del latín. Y de esta manera el inglés antiguo
paso a paso se ha convertido en inglés medio (...) perduró y se transformó en
un instrumento literario cuya eficacia Chaucer supo aprovechar admirablemente”[1]
Por otro lado, la licenciada en Letras Modernas,
Susana Romano Sued, manifiesta que siempre y cuando se tome la obra desde una
aptitud crítica, este pasaje de una lengua a otra, no debe tomarse como algo
negativo o como un déficits, sino como una ganancia, en el cual, estos nuevos
elementos (los proporcionados por la traducción) juegan un nuevo papel dentro
del sistema lingüístico de llegada.[2]
Sin embargo, y pese al pequeño problema de la
traducción ya planteado, trataremos de proporcionar un análisis lo más acertado
posible en tanto tomaremos dos obras “traducidas al castellanos”: “Poesía
Medieval Inglesa” y “Los cuentos de Canterbury” las cuales pondremos a la par
con el fin de manifestar una visión particular de algunos de sus rasgos.
Es necesario aclarar que no se tomarán las obras en
su totalidad sino en parte.
Una
historia literaturizada[3]
Por más estructuralista que sea la miraba con que
nos acercamos a un texto, debemos saber que las obras son testimonios de un
contexto y de una época, pero más que nada, dan cuenta de un pensamiento
imperante, son las huellas literarias de una historia pasada, una historia construida literariamente:
“Todos
sabemos que en el mundo social los “hechos” no son independientes del punto de
vista y que los objetos culturales no se
ofrecen naturalmente a la observación y al análisis; que la investigación
literaria, sea o no de inspiración sociológica, procede siempre de
conceptualizaciones previas; que el término “literatura” es ya una categoría
sociocultural (...)”[4]
De esta manera, al acercarnos a un texto literario,
podemos rastrear ciertos elementos que forman parte del contexto de escritura o
de la tradición literaria e histórica, cuya identificación nos proporcionará
otra mirada y otra forma de entender la obra.
Como dijimos anteriormente, para este trabajo
tomaremos dos obras fundantes de la literatura inglesa, por un lado “Los
cuentos de Canterbury” de G. Chaucer y por el otro “Poesía Medieval Inglesa”. En
ambas, (el primero refiere a una serie
de cuentos unidos semánticamente por la peregrinación de un grupo de personas a
la catedral de Canterbury y el otro como una recopilación de poemas recuperados),
por ejemplo, podemos descubrir en algunos cuentos y poemas la alusión a los
dioses/Dios, al Hado y al destino predestinado: ya escrito, estático e
inamovible; elementos que dan cuenta de un período histórico particular
anterior (quizás) o actual de un pensamiento dominante:
“-¡Oh
crueles dioses, que tienen en sus manos el destino de los mortales obligándolos
con su eterno mandatos y escribís sobre duras tablas sus decisiones y
decretos!” [5]
En el cuento narrado
por el caballero, el primero de la edición con la que estamos trabajando (lugar
de donde se extrajo la cita anterior) aún perduran elementos mitológicos. Los
Dioses (Martes –dios de la guerra- y Venus –diosa del amor y la belleza-)
intervienen activamente en la demarcación de un destino. Tendrán voz y poder de
decisión y actuación en el relato, manifestarán sus deseos y serán los
escritores del destino de Palamón y de Arcites. Al antiguo estilo de “La
Odisea” de Homero, los dioses ocupan un lugar central en la batalla llevada a
cabo entre los enamorados de Emilia, un posible Helena.
Ya en otros cuentos,
como el narrado por el Jurisconsultos, el Dios cristiano es el único poseedor
del destino de estos creyentes y su voluntad guiará el rumbo de los diferentes
personajes.
Estos dos cuentos, nos
permiten contraponer dos pensamientos diferentes por un lado la creencia en
varios dioses de tiempos anteriores, provenienste de la tradición (politeísta)
y lo creencia de un dios único y todo poderoso.
Este elemento, será
recurrente en la poesía Medieval Inglesa, más que nada, el tema del destino,
desconocido por los hombres, un destino muchas veces desgraciado; así surgirán
poemas como “El vagabundo” que nos dirás: “El
reino de la tierra rebosa de penurias; al mundo lo trastorna la voluntad del
hado”[6].
En este caso, el Hado (que en algunos casos representa a un dios) ya no
será un dios particular, sino un encadenamiento de sucesos, muchas veces
fatales.
Lo particular de estos “Destinos” ya sea guiados por dioses
o por el hombre como constructor de su propio camino de vida es la fatalidad,
el desenlace pecaminoso que se ve en las dos obras, tanto en Chaucer como en la
poesía Medieval Inglesa; en este último caso podemos tomar como ejemplos: “El
vagabundo”, “El lamento de la mujer” y “El navegante”.
El destino, será el
elemento que le otorgará dinamismo al relato, cada personaje (como piezas de un
juego de ajedrez) se moverá en tanto aquella “fuerza dominante” y desconocida
(incierta para los actantes del relato) que los posee, lo permita. Esto lo
convierte en personaje activo dentro de cada historia, y muchas veces formará
parte de la reflexión de los personajes que bajo su poder se encuentran
sometidos. Pensemos en el cuento de Jurisconsultor, un destino guiado por Dios:
“¡Señor,
bienvenido sea todo lo que procede de ti! Aquel que me libró de la calumnia
mientras estaba aquí con ustedes, me protegerá de todo mal y del deshonor,
aunque parezca imposible. Él es omnipotente y puede hacerlo, y en Él pongo mi
confianza y en su santísima Madre, a quien suplico, sea mi timonel.”[7]
Y también, dentro de la
poesía Medieval Inglesa:
“El
destino que le aguarda siempre es errático: su recompensa nunca la hallara en
oro trabajado o el renombre mundano, sino en la caverna del corazón helado.”[8]
Este dinamismo,
logrará, más que nada en Chaucer, mundos complejos, problemáticos y dará cuenta
del desequilibrio al que el hombre se enfrenta. En poesía Medieval Inglesa, los mundos, aunque
con menor espacio narrativo, también se muestran complejos, ya sea en la confesión
de “El lamento de la Mujer” o en la narración de “El vagabundo”, esa primera
persona, una voz personal que da cuenta del mundo interno de estos
protagonistas.
Otro elemento que no
quisiera dejar de nombrar en este análisis y que resulta recurrente en los
cuentos, es el papel de la mujer en ese contexto un tanto “machista”. Por ejemplo, en el cuento del caballero, la mujer es el
motivo y “objeto” de disputa, no importan sus pensamientos y deseos, sino la
decisión de Teseo frente al destino de su cuñada. Emilia es disputada como si
fuese un trofeo, pese a su anhelo de permanecer casta.
Por otro lado, también notamos como Chaucer, realiza esta distinción entre
lo masculino y femenino sólo a darle voz a una Priora de entre 29 pelegrinos,
que no hace otra cosa que contar un milagro hecho por su Dios-todopoderoso (
debo aclarar que la mayoría de los peregrinos
narran historias que tocan de cerca su ámbito).
En la selección de “Poesía Medieval Inglesa” también sucede lo mismo, el
espacio femenino esta reducido al “Lamento de una Mujer” que en una primera
persona nos cuenta sus tristezas y amarguras tras el abandono de un hombre.
En estos dos relatos, la mujer ya no se presenta como imagino Dante a
Beatriz, sino que se la describe más humanizada, con pasiones y defectos, muchas
veces una mujer infiel (pensemos en el cuentos del Molinero) etc. Adriana
Crolla, profesora en letras nos dice, manifestando un comentario sobre la obra
de Boccaccio, que bien podemos traer a colación en este caso:
“la mujer se encuentra a menudo en el centro de los grandes actos de la
comedia del hombre y aparece representada en sus varios aspectos físicos y
morales y a través de las diversas reacciones que suscita en los individuos y
la sociedad.”[9]
Este cambio de postulados, esta nueva escritura-paradigma
en la concepción de la literatura sobre la mujer, da cuenta sin duda de un
pensamiento particular.
Conclusión
Lejos de ser una particularidad esencial del texto
literario, existen elementos constitutivos del mismo que nos hacen pensar en su
contexto de producción, que aluden a una forma de pensar y concepción del
mundo; a la tradición.
Poder rastrear estos elementos, ponerlos en
contraste, y ver su tratamiento en las diferentes obras, nos permite recrear,
al menos tentativamente, la evolución dentro del sistema, esas rupturas
paradigmáticas. La tradición se escribe y se reescribe, elementos como el
“destino” aparecen continuamente
nombrado en los textos pero de diferentes manera, dirigido y programado por un
Dios o por dioses y también por el hombre mismo, el destino incierto o ya
escrito, de cualquier modo, la postura, el modo de narrar dará cuenta del punto
de vista.
[2] Romano Sued, S; 2009 : “Comparar
y traducir: la traducción y la otredad”;
en Lindes Actuales de la literatura
comparada, ed. UNL, Santa Fe, 2011
[3] Con este concepto, pienso en la
historia (oficial o no), dentro de la literatura, una historia que ya sea
oficial o juego lingüístico no deja de ser una ficción. La obra se inscribe en
un contexto, y en algunos casos, con mayor o menor medida ciertos elementos
fluctuantes en la cultura se filtran en el discurso literario.
[4] Altamirano, C.; Sarlo, B.:1983 Ensayos argentinos, de Sarmiento a la vanguardia
pág12. Ed. Ariel, Buenos Aires, 1997.
[5] Chaucer, G. (1388) Los cuentos de Canterbury pág. 15. Ed.
Gradifico, Buenos Aires 2008
[6] Poesía Medieval Inglesa; “El vagabundo” pág 20, Ed. Centro Editor
de América Latina.
[7] Chaucer, G. (1388) Los cuentos de Canterbury pág. 100. Ed.
Gradifco, Buenos Aires 2008