Supongamos que el receptor de este análisis no ha leído
nunca la famosa obra de Miguel de Cervantes Saavedra: “Don Quijote de la Mancha” pero si ha
escuchado “al pasar” un pequeño comentario; pensemos pues que nuestro receptor
sabe que dicha obra narra la historia de un personaje que de tanto leer libros
de caballería ha perdido el juicio y creyéndose caballero sale en busca de
aventuras.
Entonces comencemos con la pregunta:
¿Qué significa tener juicio/razón?
Una persona es considerada juiciosa cuando su
percepción e interpretación de la
realidad es “objetiva” es decir que se
ajusta al sentido común compartido. Cuando el sujeto actúa de forma incoherente
en relación con su contexto (lo instituido) podemos establecer que ha perdido
el sentido. ¿Sentido? Pues el ámbito social en que nos encontramos esta
atravesado por un discurso, que se vincula a los sentidos que los hombres y la
colectividad les dan a sus existencia. Existe un sentido social, que
marca lo que es “normal”, lo cual implica comportamientos globalmente conformes
con los tipos de conductas culturalmente simbolizadas. El sujeto, mediante
elementos imaginarios, crea en su psiquis representaciones a nivel colectivo
llamado “Imaginario social instituyente”. Esto hace que la sociedad tenga una
dimensión de instituyente –de creación, en base a un número de posibilidades- y
otra donde esta lo instituido, esto causa la fabricación de individuos
conformes a determinadas culturas.
El campo de lo instituido funciona como referente
desde donde se espera se construya la subjetividad.
El Yo, entonces, en términos de Freud, esta regido por un
principio de realidad, y no por el principio de placer.
¿Por qué a Don Quijote se le atribuye la perdida del
juicio?
Porque su discurso no concuerda con el discurso
estereotipado o aceptado de su época. No
concuerda con lo instituido. Su Yo se guía através del principio de placer,
sigue sus ideales.
Pero… ¿Esta realmente Don Quijote falto de juicio?
Para responder a esta pregunta es necesario hacer una distinción
entre Don Alonso Quejano y Don Quijote.
Don Quejano, es un personaje, que habitó en un lugar de la
mancha, durante el siglo XVI. Pertenecía a la clase media, se encargaba de
administrar sus tierras, era amante de la caza y en sus tiempos de ocio se dedicaba
a la lectura. Por ese entonces lo libros de caballería, habían obtenido gran
fama y fue él quien obsesionándose con dichas obras, comenzó a dedicar cada vez más tiempo a sus lecturas, convirtiéndolo en un
lector adicto e insomne, en fin, en un mal lector (contrario al lector ideal
que plantea Umberto Eco) tomando al discurso que se manifestaba en ellos, no
como la invención de mundos ficticios, sino como sucesos reales, lo que provocó
en dicho lector cierta admiración por los personajes.
La lectura, para este lector extremo, apasionado y casi
compulsivo comienza a convertirse en un refugio; él se encuentra a salvo de
cualquier perturbación, aislado de lo real. La consecuencia de esto es que con
sus lecturas va construyendo un mundo paralelo, donde esa experiencia ficcional
de la lectura, irrumpe en un momento determinado como lo real mismo. La ficción
comienza a entrelazarse con lo real. La ficción comienza a pensarse como
posible.
Ahí es cuando Don Quejano decide crear su propia aventura
(decide salir de la biblioteca ¿de que forma salir de la biblioteca? ¿Cómo
pasar la vida? ¿Cómo entrar en acción? ¿Cómo ir a la experiencia? ¿Cómo salir
del mundo libresco? ¿Cómo cortar con la lectura en tanto lugar de encierro?). Y tomando conciencia de
no ser un caballero, como los de los libros que lee, decide significarse
caballero, esto trae como consecuencia la desaparición de Don Quejano, este
desaparece para dar origen al otro, su semejante ¿Pero desaparece realmente?.
Este personaje real (llamémoslo así para diferenciarlo del personaje ficticio
“Don Quijote”), con la biblioteca que posee y luego de haber leído año tras año
las obras de varios autores, no desconoce que la palabra es la clave del mundo.
Tiene plena conciencia de que no se puede conocer el mundo sino a través del
lenguaje que lo nombra. De esta manera, variar el nombre, es también cambiar la
realidad. Por ello durante algunos días se entregó a la tarea de buscar un
nombre adecuado para su rocín, para él y para su amada. Bautizar a un caballo viejo
y escuálido como Rocinante, bautizarse a sí mismo como Don Quijote de La Mancha, a la manera de
Amadís y Lanzarote, y bautizar a una humilde moza como Dulcinea del Toboso, es
como transformar el mundo.
Aquí comprobamos que tanto el personaje real como el
personaje ficticio no sufren una locura realmente, sino un caso de sustitución
de lo real por medio de su propia voluntad. En su caso, Don Quejano como autor
de Don Quijote convierte todo lo que ve en una razón para hacer su voluntad.
Desde esta perspectiva, Don Quijote no esta loco; va más allá en una búsqueda
desesperada por vivir la vida que deseaba vivir. Este personaje se encuentra
guía por el principio de libertad, sus ideales se convertirán en su
única razón de vida.
Don Quejano es el personaje habitante de ese mundo real,
Don Quijote es un caballero andante en busca de aventuras, y ambos conforman su
existencia según el discurso que guía su ideología.
¿Cómo se estructura el Sujeto (personaje ficcional) en su relación
con el Otro?
Desde el punto de vista del psicoanálisis, el sujeto se
conforma en su relación con el Otro. Ese Otro vendría a ser lo simbólico, lo
cultural, lo instituido y lo instituyente.
Lacan dice que ese Otro no remite a alguien sino a un lugar
que debe asimilarse a la noción de
código. Es un tesoro de Significantes.
Es este Otro instituido por el orden familiar, el que
provee los significantes que definen lo que alguien es para otro, (su nombre,
las primeras explicaciones que se dan sobre los hechos y las cosas, las palabras
que tiene para nombrarse y ocupar una posición, etc.) El Otro impone un Orden
Simbólico u Orden de elementos significantes que se liga a una determinación
simbólica del sujeto.
Es este Otro ficcional, el orden simbólico del discurso
ficcional, quien construye el psiquismo de Don Quijote. Ya que el sujeto puede
reconocer en el Otro un trazo de identificación
que percibe como común. Entre el discurso ficcional y Don Quijote se
entabla un lazo libidinal
Constitución del Yo
El Yo esta constituido por un proceso
de identificación y es además el resultado de identificaciones ya que una vez
constituido se agregan sobre la primera otras identificaciones divergentes
entre si.
La identificación aspira a
conformar el yo análogamente al del semejante (otro) tomándolo como modelo, es
un mecanismo de enlace afectivo a un objeto intimo o a uno de sus rasgos.
Don Quejano entabla un lazo
libidinal con los libros de caballería, su pulsión sexual esta dirigida a la
lectura de los mismos. El deseo es lo que impulsa su lectura.
El Quijote, no se desliga de esas
lecturas, sino que es el resultado de las mismas, su Superyo, su deber ser, su
“ley” tiene como base el entretejido discursivo que conforman dichas obras. De
esta manera y tomando una categoría de Ricardo Piglias, los libros se convierte
para el Quijote en una pulsión Oracular,
él ve en los libros de caballería su referente de acción. De esta manera cuando
nuestro caballero decide salir al campo de acción, no dejara de rememorar y
resignificar sus lecturas como fuente del cual partirán sus aventuras (ejemplo.
Cap 1V; pag. 50 “En esto, llegó a un
camino que en cuatro se dividía, y luego se le vino a la imaginación las
encrucijadas donde los caballeros andantes se ponían a pensar cual camino de
aquellos tomaría, y, por imitarlos, estuvo un rato quieto; y, al cabo de
hacerlo muy bien pensado, soltó las riendas de rocinante, dejando a la voluntad
del rocín, la suya”).
Cuando nuestro caballero sale a
crear-vivir sus aventuras en el contexto real, no lo hace solo, sino que se
encuentra atravesado, por el discurso oficial, el discurso ficcional (que
incluye no solo los libros de caballería, recordemos de Alonso Quejano es un
gran lector), por una historia previa (Dulcinea no es más que el personaje de
una mucha de la cual Don Alonso Quejano estaba enamorado cuanto era joven) etc.
Nuestro
personaje ficcional no es más que el resultado de un mosaico de citas,
no es más que un sujeto que absorbió transformándolos todo un conjunto de
textos
De esta manera advertimos que nuestro caballero, crea no sólo a partir de la
lectura, sino también de la escritura. Puesto que son recíprocas, una no va sin
la otra. Así, pues, el primer capítulo nos sitúa en una tesis: el poder de
la palabra, de la lectura y de la escritura y su indisociable
condición de subjetiva, en el sentido que el significante produce el sujeto: existimos porque hablamos, con todas las
consecuencias que tiene la palabra.
A través de esta identificación con los libros de
caballería, nuestro caballero va en busca de satisfacer una necesidad. Toma
ciertos rasgos, que le proporcionaran “según él dicha satisfacción”, pues
actuando, y pensando como caballero andante lograra defender la justicia en el
mundo y desde el principio aspirará a ser personaje literario, consiguiendo fama
y honra. Por este motivo se propone acometer 'todo aquello que pueda hacer
perfecto y famoso a un andante caballero'. Por eso imita los modelos, entre los
cuales el primero es Amadís de Gaula, a quien don Quijote emula en la penitencia
de Sierra Morena. Sin embargo en la segunda parte don Quijote ya es un
personaje literario —protagonista de la primera—, en su tercera salida busca
sobre todo el reconocimiento. Y lo encuentra en quienes han leído la primera
parte: Sansón Carrasco, los duques.
Don quijote toma un modelo, un ideal y con él se conforman
la base de su yo, como fin para alcanzar sus deseo o simplemente satisfaces una
necesidad.
Es el sujeto del enunciado, el que conforma ese Yo. La
identificación. En el quijote se superponen identificaciones que lo llevan a
negar su propia imagen (Alonso Quejano) como si otra, para creerse ser uno esa
imagen.
Devenimos sujetos por mediación de otros y luego nos
engañamos convenciéndonos de que somos uno.
El “yo” esta en directa correspondencia con el
discurso constituido en tanto cadena de
significados.
Fragmento de la magnífica película "El caballero Don Quijote de la Mancha" (una de las tantas)