jueves, 15 de noviembre de 2012

Don Quijote de la Mancha, discurso y psicoanálisis



Supongamos que el receptor de este análisis no ha leído nunca la famosa obra de Miguel de Cervantes Saavedra: “Don Quijote de la Mancha” pero si ha escuchado “al pasar” un pequeño comentario; pensemos pues que nuestro receptor sabe que dicha obra narra la historia de un personaje que de tanto leer libros de caballería ha perdido el juicio y creyéndose caballero sale en busca de aventuras.
Entonces comencemos con la pregunta:

¿Qué significa tener juicio/razón?
Una persona es considerada juiciosa cuando su percepción  e interpretación de la realidad  es “objetiva” es decir que se ajusta al sentido común compartido. Cuando el sujeto actúa de forma incoherente en relación con su contexto (lo instituido) podemos establecer que ha perdido el sentido. ¿Sentido? Pues el ámbito social en que nos encontramos esta atravesado por un discurso, que se vincula a los sentidos que los hombres y la colectividad les dan a sus existencia. Existe un sentido social, que marca lo que es “normal”, lo cual implica comportamientos globalmente conformes con los tipos de conductas culturalmente simbolizadas. El sujeto, mediante elementos imaginarios, crea en su psiquis representaciones a nivel colectivo llamado “Imaginario social instituyente”. Esto hace que la sociedad tenga una dimensión de instituyente –de creación, en base a un número de posibilidades- y otra donde esta lo instituido, esto causa la fabricación de individuos conformes a determinadas culturas.
El campo de lo instituido funciona como referente desde donde se espera se construya la subjetividad.
El Yo, entonces, en términos de Freud, esta regido por un principio de realidad, y no por el principio de placer.

¿Por qué a Don Quijote se le atribuye la perdida del juicio?

Porque su discurso no concuerda con el discurso estereotipado  o aceptado de su época. No concuerda con lo instituido. Su Yo se guía através del principio de placer, sigue sus ideales.

Pero… ¿Esta realmente Don Quijote falto de juicio?

Para responder a esta pregunta es necesario hacer una distinción entre Don Alonso Quejano  y Don Quijote.
Don Quejano, es un personaje, que habitó en un lugar de la mancha, durante el siglo XVI. Pertenecía a la clase media, se encargaba de administrar sus tierras, era amante de la caza y en sus tiempos de ocio se dedicaba a la lectura. Por ese entonces lo libros de caballería, habían obtenido gran fama y fue él quien obsesionándose con dichas obras, comenzó a  dedicar cada vez más tiempo a sus lecturas,[1] convirtiéndolo en un lector adicto e insomne, en fin, en un mal lector (contrario al lector ideal que plantea Umberto Eco) tomando al discurso que se manifestaba en ellos, no como la invención de mundos ficticios, sino como sucesos reales, lo que provocó en dicho lector cierta admiración por los personajes.
La lectura, para este lector extremo, apasionado y casi compulsivo comienza a convertirse en un refugio; él se encuentra a salvo de cualquier perturbación, aislado de lo real. La consecuencia de esto es que con sus lecturas va construyendo un mundo paralelo, donde esa experiencia ficcional de la lectura, irrumpe en un momento determinado como lo real mismo. La ficción comienza a entrelazarse con lo real. La ficción comienza a pensarse como posible.[2]
Ahí es cuando Don Quejano decide crear su propia aventura (decide salir de la biblioteca ¿de que forma salir de la biblioteca? ¿Cómo pasar la vida? ¿Cómo entrar en acción? ¿Cómo ir a la experiencia? ¿Cómo salir del mundo libresco? ¿Cómo cortar con la lectura en tanto lugar de encierro?)[3]. Y tomando conciencia de no ser un caballero, como los de los libros que lee, decide significarse caballero, esto trae como consecuencia la desaparición de Don Quejano, este desaparece para dar origen al otro, su semejante ¿Pero desaparece realmente?. Este personaje real (llamémoslo así para diferenciarlo del personaje ficticio “Don Quijote”), con la biblioteca que posee y luego de haber leído año tras año las obras de varios autores, no desconoce que la palabra es la clave del mundo. Tiene plena conciencia de que no se puede conocer el mundo sino a través del lenguaje que lo nombra. De esta manera, variar el nombre, es también cambiar la realidad. Por ello durante algunos días se entregó a la tarea de buscar un nombre adecuado para su rocín, para él y para su amada. Bautizar a un caballo viejo y escuálido como Rocinante, bautizarse a sí mismo como Don Quijote de La Mancha, a la manera de Amadís y Lanzarote, y bautizar a una humilde moza como Dulcinea del Toboso, es como transformar el mundo.
Aquí comprobamos que tanto el personaje real como el personaje ficticio no sufren una locura realmente, sino un caso de sustitución de lo real por medio de su propia voluntad. En su caso, Don Quejano como autor de Don Quijote convierte todo lo que ve en una razón para hacer su voluntad. Desde esta perspectiva, Don Quijote no esta loco; va más allá en una búsqueda desesperada por vivir la vida que deseaba vivir. Este personaje se encuentra guía por el principio de libertad, sus ideales se convertirán en su única razón de vida.
Don Quejano es el personaje habitante de ese mundo real, Don Quijote es un caballero andante en busca de aventuras, y ambos conforman su existencia según el discurso que guía su ideología.

¿Cómo se estructura el  Sujeto (personaje ficcional) en su relación con el Otro?

Desde el punto de vista del psicoanálisis, el sujeto se conforma en su relación con el Otro. Ese Otro vendría a ser lo simbólico, lo cultural, lo instituido y lo instituyente.
Lacan dice que ese Otro no remite a alguien sino a un lugar que debe asimilarse a la noción de  código. Es un tesoro de Significantes.
Es este Otro instituido por el orden familiar, el que provee los significantes que definen lo que alguien es para otro, (su nombre, las primeras explicaciones que se dan sobre los hechos y las cosas, las palabras que tiene para nombrarse y ocupar una posición, etc.) El Otro impone un Orden Simbólico u Orden de elementos significantes que se liga a una determinación simbólica del sujeto.
Es este Otro ficcional, el orden simbólico del discurso ficcional, quien construye el psiquismo de Don Quijote. Ya que el sujeto puede reconocer en el Otro un trazo de identificación  que percibe como común. Entre el discurso ficcional y Don Quijote se entabla un lazo libidinal

Constitución del Yo

El Yo esta constituido por un proceso de identificación y es además el resultado de identificaciones ya que una vez constituido se agregan sobre la primera otras identificaciones divergentes entre si.
La identificación aspira a conformar el yo análogamente al del semejante (otro) tomándolo como modelo, es un mecanismo de enlace afectivo a un objeto intimo o a uno de sus rasgos.
Don Quejano entabla un lazo libidinal con los libros de caballería, su pulsión sexual esta dirigida a la lectura de los mismos. El deseo es lo que impulsa su lectura.
El Quijote, no se desliga de esas lecturas, sino que es el resultado de las mismas, su Superyo, su deber ser, su “ley” tiene como base el entretejido discursivo que conforman dichas obras. De esta manera y tomando una categoría de Ricardo Piglias, los libros se convierte para  el Quijote en una pulsión Oracular, él ve en los libros de caballería su referente de acción. De esta manera cuando nuestro caballero decide salir al campo de acción, no dejara de rememorar y resignificar sus lecturas como fuente del cual partirán sus aventuras (ejemplo. Cap 1V; pag. 50 “En esto, llegó a un camino que en cuatro se dividía, y luego se le vino a la imaginación las encrucijadas donde los caballeros andantes se ponían a pensar cual camino de aquellos tomaría, y, por imitarlos, estuvo un rato quieto; y, al cabo de hacerlo muy bien pensado, soltó las riendas de rocinante, dejando a la voluntad del rocín, la suya”).
Cuando nuestro caballero sale a crear-vivir sus aventuras en el contexto real, no lo hace solo, sino que se encuentra atravesado, por el discurso oficial, el discurso ficcional (que incluye no solo los libros de caballería, recordemos de Alonso Quejano es un gran lector), por una historia previa (Dulcinea no es más que el personaje de una mucha de la cual Don Alonso Quejano estaba enamorado cuanto era joven) etc. [4]Nuestro personaje ficcional no es más que el resultado de un mosaico de citas,[5] no es más que un sujeto que absorbió transformándolos todo un conjunto de textos
De esta manera advertimos que nuestro caballero, crea no sólo a partir de la lectura, sino también de la escritura. Puesto que son recíprocas, una no va sin la otra. Así, pues, el primer capítulo nos sitúa en una tesis: el poder de la palabra, de la lectura y de la escritura y su indisociable condición de subjetiva, en el sentido que el significante produce el sujeto: existimos porque hablamos, con todas las consecuencias que tiene la palabra.
A través de esta identificación con los libros de caballería, nuestro caballero va en busca de satisfacer una necesidad. Toma ciertos rasgos, que le proporcionaran “según él dicha satisfacción”, pues actuando, y pensando como caballero andante lograra defender la justicia en el mundo y desde el principio aspirará a ser personaje literario, consiguiendo fama y honra. Por este motivo se propone acometer 'todo aquello que pueda hacer perfecto y famoso a un andante caballero'. Por eso imita los modelos, entre los cuales el primero es Amadís de Gaula, a quien don Quijote emula en la penitencia de Sierra Morena. Sin embargo en la segunda parte don Quijote ya es un personaje literario —protagonista de la primera—, en su tercera salida busca sobre todo el reconocimiento. Y lo encuentra en quienes han leído la primera parte: Sansón Carrasco, los duques.
Don quijote toma un modelo, un ideal y con él se conforman la base de su yo, como fin para alcanzar sus deseo o simplemente satisfaces una necesidad.[6]
Es el sujeto del enunciado, el que conforma ese Yo. La identificación. En el quijote se superponen identificaciones que lo llevan a negar su propia imagen (Alonso Quejano) como si otra, para creerse ser uno esa imagen.
Devenimos sujetos por mediación de otros y luego nos engañamos convenciéndonos de que somos uno.
El “yo” esta en directa correspondencia con el discurso  constituido en tanto cadena de significados.

Fragmento de la magnífica película "El caballero Don Quijote de la Mancha" (una de las tantas)



                            



[1] Sartre: ¿Por qué se leen novelas? Hay algo que falta en la vida de la persona que lee y esto en lo que busca en los libros. El sentido es evidentemente el sentido de la vida que para todo el mundo esta mal hecha, mal vivida, explotada, alienada, engañada, mistificada, pero acerca de la cual, al mismo tiempo, quienes la viven saben bien que podría ser otra.
[2] Ricardo Piglia. “El Ultimo lector” ed. Anagrama. Año 2005. pag. 149
[3] Piglias, Ricardo: El Último Lector” ed. Anagrama. Año 2005. Pag.127.
[4] De esta manera no damos cuenta que Alonso Quejano no desaparece del ámbito discursivo, sino que aún permanece dentro de su personaje ficcional, las huellas son imborrables. Aparece como un sentido inédito.
[5] Julia Kristeva “semiotica”
[6] Las fugas del texto: equivale a lazos sociales fuera de las reglas del juego. No hay aceptación de la demanda. El sujeto no toma al otro como referente (en este caso hablemos de que Don Quijote no toma como referente el discurso dominante)

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